Son las seis y media de la mañana y estoy en la playa de Caldetas, Barcelona, en plena sesión de fotos. Hace frío pero la compañía, el espectáculo visual que nos regala la naturaleza y la ilusión de intentar hacer un buen trabajo hacen que me olvide de ello. A medida que pasan los minutos, la oscuridad va perdiendo contraste y a medida que pasan los segundos, el rojo, el naranja, el rosa y el azul se hacen dueños de la foto. ¡Vaya espectáculo! Entre tanto, Wolfgang aprovecha para explicarnos, entre risas, cómo poder enfriar una lata de cerveza en diez minutos dentro de un trapo de piel mojado, como el que casualmente lleva siempre enroscado en la horquilla de su Panhead. Tommy, por su lado, me pone al corriente sobre las andanzas de nuestros amigos en común.
Charlamos sobre la industria, nos pedimos la opinión sobre hechos concretos… En definitiva, disfrutamos de la sintonía, que después de más de quince años, sigue igual que el primer día. El respeto que se respira crea un ambiente que personalmente aprecio mucho. El sol ilumina ya lo suficiente como para empezar a disparar, y lo hago. Me centro y, a la vez, me dejo llevar hasta que por el visor me doy cuenta de que tengo el material gráfico necesario para el artículo. Son las nueve de la mañana y, con los deberes hechos, me dirijo a la redacción de Barcelona con la sensación de haber realizado un buen trabajo pero, sobre todo y antes que nada, con la satisfacción de haber compartido un momento lleno de vida.
Charlamos sobre la industria, nos pedimos la opinión sobre hechos concretos… En definitiva, disfrutamos de la sintonía, que después de más de quince años, sigue igual que el primer día. El respeto que se respira crea un ambiente que personalmente aprecio mucho. El sol ilumina ya lo suficiente como para empezar a disparar, y lo hago. Me centro y, a la vez, me dejo llevar hasta que por el visor me doy cuenta de que tengo el material gráfico necesario para el artículo. Son las nueve de la mañana y, con los deberes hechos, me dirijo a la redacción de Barcelona con la sensación de haber realizado un buen trabajo pero, sobre todo y antes que nada, con la satisfacción de haber compartido un momento lleno de vida.